estrés2023

ESTRÉS 2023 

   Quizá hemos olvidado con premura lo sucedido, y ahora estamos viendo el impacto psicológico de lo sucedido. Si el estrés ya era un término usado de forma coloquial en la vida cotidiana desde hace décadas, ahora, con la irrupción del Covid y sobre todo en la era post Covid ha adquirido mayor notoriedad : hemos puesto y vamos a poner prueba nuestros recursos personales y emocionales para gestionar desafíos que no estaban en nuestro mapa mental de la realidad.  

  Por un lado, la parte luminosa del estrés: sabemos que el estrés es la percepción del balance que hacemos entre demandas del ambiente (en este caso fue la pandemia, las medidas sociales e higiénicas, etc.) y mis recursos para hacer frente a esas demandas (en este caso cómo gestiono mis emociones, mi familia, mi situación laboral y económica…). Y en este balance, una buena parte de la población gracias a este mecanismo de adaptación y activación que es el estrés organizó de manera imaginativa su vida familiar, reorganizó no sin esfuerzo su negocio, se ha adaptado a las nuevas tecnologías para teletrabajar y así un buen número de logros que demuestran que ante un reto el estrés nos activa para dar solución a la incertidumbre de un enemigo hasta hace poco bien desconocido.

   Por otro lado la cara oscura del estrés y el Covid. Para otra buena parte de la población las demandas y exigencias de ese entorno excedieron a sus destrezas y posibilidades. Es el estrés negativo o distresss que se manifiesta desde nuestro punto de vista de diferentes maneras. Desde una perspectiva puramente clínica:

   -aumento del estrés postraumático: este estrés estudiado a partir de la 1ª Guerra Mundial y sobre todo a partir de la guerra de Vietnam tiene que ver con las secuelas que una experiencia trágica deja en nuestra emocionalidad y conducta. Las personas que ha sufrido el Covid y por extensión sus familiares han estado sometidos a una experiencia de este cariz, sumado a la imposibilidad de hacer en muchos casos un duelo adecuado. Los síntomas del estrés postraumático, flashback, pesadillas,  alejarse de lugares, objetos o pensamientos relacionados con la situación traumática o el insomnio entre otros,  deben según los expertos  mantenerse al menos un  mes después del evento traumático para corroborar este diagnóstico.

aumento del síndrome del quemado o burn out: este tipo de estrés crónico e institucional se produce sobre todo en profesiones sonde el destinatario último del trabajo es otra persona (sanidad, docencia, servicios sociales, fuerza de seguridad).  Los síntomas del burn out que permiten el diagnóstico  de este trastorno son según Maslach el cansancio emocional (el profesional siente cómo se vacía su capacidad de entrega a los demás), la despersonalización (aparición de sentimientos y actitudes negativas y cínicas respecto del sujeto al que se da servicio) y realización personal (tendencia a evaluarse negativamente, a sentirse infeliz y descontento, consigo mismo y con su labor).

   Si ampliamos nuestra mirada a la población en general se han concatenado las dos variables que sostienen un estrés agudo y crónico: por un lado no tener un horizonte temporal de finalización del estresor (la incertidumbre de hasta cuando llegaba la pandemia) y por otro lado no disponer de recursos para resolver la situación (estuvo en manos de los científicos, no en las nuestras).

   En base a ellas ha habido otros fenómenos que impactaron en los niveles de estrés de millones de personas.

 –el aislamiento: la limitación de movimientos del confinamiento puso a prueba nuestra resiliencia o capacidad de superar con aprendizaje situaciones adversas. Este aislamiento si fue familiar supuso poner a prueba la calidad de nuestras relaciones agravada por la incertidumbre del mercado laboral, de la dificultad para acabar los ciclos educativos o las dificultades económicas de muchas familias. En el caso de las personas que vivieron solas, están desde las que  han agradecido este forzado parón, a las que tuvieron que manejar junto  a las circunstancias citadas pasar este trance con su únicos recursos personales y emocionales.

   Este aislamiento junto a las medidas legales de distancia social seguramente generaron en un porcentaje aun por determinar, el aumento de fobias específicas como la agorafobia (el temor a salir, a los espacios abiertos, al viaje) y la fobia social (dificultad para compartir espacios con otras personas o la evitación de aglomeraciones)

la dificultad de la conciliación: sabemos en cuestión de semanas hubo multitud de organizaciones que se adaptaron a la carrera en el uso de tecnologías y plataformas para teletrabajar. Una realidad muy demandada anteriormente (la del teletrabajo) ha revelado dos caras: una, la de ver la posibilidad de que muchos trabajos son sostenibles en este formato, y otra, la dificultad en el caso del Covid de conciliarlo con la vida familiar sobre todo en los casos en los que además de teletrabajar, hay que atender a otras personas (hijos, personas mayores). Tanto las empresas (que a veces exceden las demandas horarias con la excusa de saber que podemos estar permanentemente conectados) como los trabajadores (que estaban aprendiendo una nueva forma de gestionar su labor) debemos ir ajustando procedimientos y hábitos para este nuevo paradigma.

  En este sentido podemos aportar algunas pautas que, dentro de las circunstancias de cada cual, ayuden a gestionar mejor este formato laboral que en muchos casos ha venido para quedarse:

  • Aprovechar el tiempo de desplazamiento para otras actividades: lo que antes era tiempo de tren, metro o coche bien puede ser empleado para actividades como lectura, deporte etc. Podemos tener un espacio inesperado para actividades que antes estaban más limitadas en nuestras agendas
  • Preparación personal y del entorno: asearse o vestirse como lo haríamos si fuéramos a nuestro espacio físico de trabajo, nos predispone psicológicamente para la tarea. Asimismo, dentro de las posibilidades de nuestro hogar, cierta customización del espacio destinado a trabajo ayuda a ser más eficiente: pequeños detalles de decoración, silla adecuada o  la mayor comodidad posible operan para hacer confortable la experiencia del teletrabajo
  • No abusar del uso de plataformas: si antes caíamos en la adicción a la reunión, ahora corremos el riesgo de estar permanentemente conectados en plataformas como Zoom,  Webex o Google Meetings. La dinámica es la misma que para las reuniones presenciales: sólo las precisas, con tiempos pautados y asistentes estrictamente necesarios
  • Uso de los time-box: una pauta de los marcos de trabajo Agile, es trabajar con unidades de tiempo específicas. Como no disponemos de todo el tiempo preciso para acometer tareas de largo aliento, es más útil trabajar con “cajas de tiempo”, periodos de 30 a 60 minutos de concentración en tareas concretas, también como forma de conciliar con actividades ineludibles de la vida doméstica
  • El orden:si te ordenas por fuera te ordenas por dentro”, reza una máxima de la gestión del tiempo. Sin duda el orden ayuda a la concentración y al control de la tarea; trabajar en casa no tiene que suponer el caos en tu escritorio físico o virtual
  • La importancia de las pausas: la regla 3-30, es decir pausas de más de 3 minutos (lo que necesita el cerebro para reiniciarse) y de menos de 30 (una desconexión muy larga nos dificulta volver a lo que estábamos haciendo) es una buena consejera para el teletrabajo
  • Citas con uno mismo: al igual que nunca se nos ocurre cancelar una reunión de trabajo o una cita médica, los espacios para uno mismo (dentro de las posibilidades de cada uno) es conveniente que estén en nuestra agenda, y que sean tan inamovibles como las referidas al trabajo o a las responsabilidades familiares o sociales). Tiempo para aficiones, relax u ocio permiten volver con más energía y calidad al resto de ámbitos de nuestra vida.

UNA DOCENA DE CHIQUILLERIAS PARA UN NUEVO AÑO 

   “Necesitamos más que nos recuerden cosas que ya sabemos, que el que nos enseñen cosas que no conocemos”: la cita, cuya autoría desconozco, es para mí totalmente certera, mucho más en estos atravesados arranques de año donde todo son listados de cambios, ristras de deberías y glosarios de retos. Me abono a la idea de las chiquillerías, esa denominación que los adultos utilizamos cuando observamos en otros,  comportamientos que se salen de lo supuestamente social, civilizado.  Ja! Nos sirve para denostar los arrebatos infantiles que todos tenemos, ese niño que palpita en lo más hondo, puro presente, que yo aplaudo entre tanta inteligencia emocional y tanta experiencia profesional. Un profesor ya me lo señaló en un seminario en los gloriosos días en que las empresas de entonces te financiaban  cursos de cuatro días en Segovia. “No es igual tener veinte años de experiencia, que un año repetido veinte veces”. Queda dicho. 

  Así pues, ¡una docena de  chiquilladas para 2023!

 

  1. Beber de las fuentes: recuerdo el sabor del agua tras los partidos en el parque de Judimendi, cuando jugabas con la ropa de calle tras el colegio. Ahora todo el mundo tiene una botella de agua mineral o del grifo en su mesa de trabajo, pero yo añoro ir por la calle y beber de las fuentes, esas con caño en las que te dejabas los lumbares y los piños para saciar la sed. Por eso ahora cuando paseo por ciudades o pueblos,  busco sus fuentes de rumor antiguo en plazas de columpios y bancos, donde me veo reflejado tras cada crío que sudoroso  se tira de cabeza a la fuente buscando beber la sangre de la tierra. 

 

  1. Ver pasar trenes: no se estilan nada por aquí las actividades contemplativas. En el Reino Unido  practican la curiosa afición de observar trenes, el trainspotting (con su gloriosa película como metáfora), y en Buenos Aires he comprobado cómo la gente   aparca su coche, saca la merienda y se dedica a ver aterrizar y despegar aviones en las veredas aledañas al Aeroparque Jorge Newbwbery. Aquí no tenemos aeropuerto (salvo que quieras ir de madrugada a ver descargar merluzas),  así que nos quedan los trenes.  De niños poníamos monedas de real o peseta en los raíles para ver como el tren a su paso las convertía en minipizzas metálicas: hoy nos queda la añoranza melancólica de ver su estela hacia poniente, y de imaginar las vidas de sus pasajeros tras sus ventanillas.

 

  1. Sentarse en los portales: afortunadamente los ascensores a cota cero y la sensibilidad social por  las personas con movilidad reducida, han hecho desaparecer los portales con escalones. De niños las escaleras del portal eran el mapa en cuyas nervaturas de mármol gastado imaginábamos un circuito intrincado para las chapas y las canicas. Después, en pleno pavo, el lugar desde el que reírse sin razón de todo el que pasaba. Ahora busco esos portales en los que seguir sentado y ver pasar la vida, sin ningún afán, saludar al repartidor, ayudar con las bolsas a una vecina, añorar el chiflo del afilador. 

 

  1. Pan con chocolate: ya lo vaticinó Susan Sontag cuando dijo que íbamos hacia una época de dictaduras médicas. Suelo recordar a un amigo de costumbres poco recomendables que decía que renunciaba a vivir como un enfermo para morir sano. Y sí, soy de los que cuido el cómo cuándo dónde y también con quién como, pero nada me hace olvidar los bocadillos de pan con chocolate que mi madre llevaba en su bolso sabiendo que el humor me cambiaba/me cambia cuando tengo hambre. Ahora de tanto en vez suelo no resistirme a unas onzas de chocolate de una marca de las de siempre, dentro de un buen trozo de barra de pan, y además comérmelo por la calle:  ah!  nada cómo pasear y zampar a la vez. 

 

  1. Aviones de papel: mi vecino de la esquina los bordaba,  daba igual que fuera con un periódico o con una hoja arrancada del cuaderno de dictados. Sólo sé que me fascinaba el vuelo de aquellos aviones que nunca supe hacer como él,  tanto como preguntarme qué leyes de la ingeniería aeronáutica hacen que un avión de tantas toneladas despegue y aterrice. Seguro que hay tutoriales en internet: sólo sé que este año desde mi terraza voy a inundar el cielo de mi calle de aviones de papel para celebrar mi sueño imposible de  hombre volador, para imaginar qué se ve desde la quilla frágil de su efímera vida.

 

  1. Balón quemado: está testado. Este verano, aprovechando una de esas comidas camperas con mis amigos, jugamos al balón quemado. El anfitrión sacó azada del cobertizo paterno, delimitó las lindes del terreno de juego, dispuso una cuerda en medio del campo, y ahí puedes ver a una docena de adultos moviéndose cada cual como su forma física se lo permitía, picados como alevines, y celebrando cada juego ganado como cuando dabas una manita al equipo del barrio rival a fútbol o baloncesto. Hace tiempo que no disfrutaba de esa manera… Ahora todos jugamos al paddle, y hacemos un montón de actividades acabadas en –ing, y me pregunto: ¿para cuándo en la programación de los gimnasios clases de balón quemado?

 

  1. Moras: antes había zarzas de moras por todas partes, o a lo mejor es que yo las veía y ahora ya no. Entonces el afán era recoger y devorar las máximas posibles, verdes o maduras, y a veces nos comíamos hasta los tapaculos, que era lo que nuestras madres decían comían las culebras. Luego pasamos a las endrinas para fabricar el pacharán casero de cuya bebida todo el mundo tiene la fórmula secreta y magistral, y ya de más mayores,  quedan los hongos, de los cuales también todo el mundo dice conocer un nacedero hasta el punto de que ya no existen,  y por eso dicen que importamos setas, níscalos y perretxikos de latitudes ignotas. Esta afición por recoger lo que nos da la naturaleza de forma espontánea,  me fascina, y me parece un plan perfecto y alternativo para tanto fin de semana entregado al sofá.

 

  1. Forrar los libros: era casi obligatorio hacerlo, ya que los libros pasaban a los hermanos, o  a alguien cercano que pudiera seguir utilizándolos. A mí,  más que el encomiable acto de traspaso, me gustaba el olor del plástico y el aspecto aseado de un libro bien forrado, ese afán por el cuidado de las cosas, porque cuesta ganarlas y porque me sumo a Ovidio en eso de que “los detalles hablan de los espíritus sensibles”. 

 

  1. Diario: los vendían hasta con llave, y allí escribía yo cada día sensaciones, anhelos y por supuesto los chascarrillos. Sin saberlo practicaba un buen remedio terapeútico como es escribir sobre la propia vida, sin las explicaciones y subterfugios que damos a los demás. La escritura permite el acceso a un tipo de emociones que el bucle del pensamiento racional, enmarañado por tanta información, no facilita. Ya lo dijo mi admirado Umbral, “la mejor manera de comprender la propia vida es escribiéndola”. De adolescente eran amores y desamores, y ahora las incertidumbres de aquella maldición china: “ojalá te toque vivir en tiempos interesantes”

 

  1. La bola del mundo: la conservo en lo alto de un armario y de vez en cuando la bajo, y hago lo que de niño chico: la hago girar y la paro poniendo un dedo en un punto. Ahí me gustaría ir, me decía entonces, fuera Votogrado o Bután,  y ahora lo repito,  pero puede más en mí la sensación de infinito, de que soy apenas un punto,  de que en este mismo segundo la vida se despliega en mil direcciones, de que somos estelas en el mar, monedas en el pozo de los deseos, pero también sé que viendo mi vieja bola del mundo girar, siento palpitar dentro de mí todas las latitudes,  todos los hombres y mujeres que soy y no seré. 

 

  1. Enfermo: dice la gramática parda que una gripe se cura en una semana con medicinas o en siete días con remedios naturales. Antes se escogía la opción de siete días, y oías a tu madre hacer bajar el tono del resto de habitantes de la casa para que el niño enfermo se fuera recuperando gracias a los zumos, los vahos de eucalipto y las horas de cama en la habitación bien calefactada. Ahora vamos puestos de antigripales al trabajo y no podemos permitirnos estar unos días en cama, pero si puedes hacerlo, nada como volver a la casa de tus padres y en tu cama de adolescente, sentir que alguien cuida de ti, que al  otro lado de la puerta alguien vela por tu recuperación con un caldo o un vaso de leche con miel.  Mientras,  febril y medio dormido, sientes que ahí fuera el mundo sigue girando, y espera que vuelvas, al fin y al cabo, John Ray dixit, las enfermedades son los intereses que pagas por los placeres. 

 

  1. Puzzle: los hay de 500, de 1000 de 2000 y así hasta el infinito. En mi infancia hubo bandazos de viento, descuidos paternos y hasta represalias de algún primo que deshacían el trabajo de paciente y miniaturista que era montar un puzzle: pero pese a los accidentes, finalmente ante tus ojos se desplegaba un paisaje sideral, una moto de 500 o un cuadro de Velázquez. Luego aprendí que la vida es un puzzle sin solucionar, en el que siempre faltan piezas, que montamos y desmontamos con desesperación y esperanza, pero ante la cual, siento la misma fascinación que ante aquellos puzzles sin abrir en cuya caja veía la ilustración del resultado que contenía. Y cada nuevo año no es sino un puzzle de piezas conocidas y desconocidas a las que dar significado.

 

 

fdo Patxi Rocha del Cura

Twitter: @innrocha

Facebook: Inn Rocha

http://www.innrocha.com

 

libro coaching para el amor

Herramientas para salir de una relación:  limpieza de recuerdos

 A lo largo de una convivencia vamos acumulando multitud de recuerdos comunes: muchos los alojamos en la memoria, pero otra buena parte se inscriben en objetos que han ido generando una biografía común: canciones, fotografías, libros, souvenirs, muebles o ropa, quedan como testigos de esa vida a la que ahora decimos adiós. Puede y suele resultar doloroso rememorar a cada paso la ausencia de la otra persona en ese muestrario de recuerdos comunes, que nos dificultan ese paréntesis que supone toda separación, bien porque aún la echamos de menos o por bien por de más.

   Sobre nuestra memoria no tenemos poder de decisión: no podemos,  como en las películas de ciencia ficción, borrar  selectivamente esos archivos. Sobre los sentimientos asociados a los recuerdos tampoco:  como ya sabemos, no elegimos las emociones, ellas nos eligen a nosotros, pero sí tenemos más poder de maniobra sobre qué hacer con ellas. Y sobre todo, sobre aquellos estímulos que las gatillan o propician.

   La Herramienta Limpieza de Recuerdos rema en esta dirección: no sugerimos borrar de un plumazo esa convivencia, de hecho defendemos que si puedes mantener con la otra persona una comunicación transparente y fluida (y con la frecuencia e intensidad que decidas), miel sobre hojuelas; pero eso no colisiona con  el hecho de que para ese cambio de perspectiva que necesitamos,  no podamos manejar ciertos estímulos que nos permitan irnos colocando en un estado de ánimo diferente, y recuerda que un estado de ánimo posibilita un tipo de acciones y no otras.

   Así pues toca limpieza. Consigue unas cajas de cartón para embalar. En primer lugar, antes de utilizarlas,  tendrás que pasar por la posiblemente desagradable actividad de inventariar las cosas que tenéis en común (una vez realizada la, en ocasiones, agotadora división legal) y de hacer un reparto de ese bazar variopinto que se acumula en la convivencia: esta tarea ya puede suponer un conflicto.

   Nuestra sugerencia: como se dice coloquialmente ahora, no te engoriles mucho en este escollo de la separación. Recuerda que estas discusiones no son sino alargar la agonía, y que simbolizan los rescoldos de conflictos latentes que tienen su eco ahora en temas inocuos como por ejemplo quién se queda con el sillón orejero. Sé generoso (no ingenuo), ya que la energía que puedes gastar en decidir  quién se queda con qué,  es menor que el hecho de prescindir de ese objeto en particular o de ahorrar para comprarlo de nuevo. Así pues,  sin renunciar a un reparto lícito, no te enhebres en una discusión por entregas, y sigue adelante.

  Sobre la parte que te corresponda, puedes hacer, ahora sí, tres grupos en tus cajas de embalar.

-Primer grupo: cajas con  objetos, recuerdos, utensilios que quieres conservar.

-Segundo grupo: aquellas con objetos, recuerdos, utensilios de los que  quieras          

 desprenderte.

-Tercer grupo:  objetos, recuerdos, utensilios que decidas donar.

   Y es importante que haya cajas de los tres tipos. Explicamos porqué.

  Grupo 1. ¿Por qué  conservar objetos o recuerdos de esa relación?  Que no quieras estar con esa persona no significa que no honres la memoria y los recuerdos construidos juntos. Que reniegues de ella ahora no supone preterir ese tiempo común, ya que como decía el gran Paco Umbral “el pasado es un presente a salvo”. La persona que eres ahora,  también le debe algo a esa relación, y aun en el caso de que hayas tenido una mala convivencia, ese doloroso aprendizaje lo ejercitaste junto a esa persona. Rescata y guarda  aquellos objetos ligados a recuerdos agradables, a viajes, regalos, libros, música y cualquier detalle que simbolice esa  biografía común. Honrando su memoria honras la tuya, integras en la línea de tu vida aquello que os disteis y vivisteis uno al lado del otro. Si lo deseas,  puedes alojar en la última estantería de tu trastero o altillo esas cajas, pero aunque no las abras en años o nunca, forman parte de tu bagaje, están junto a ti como testigos mudos de ese segmento de tu vida.

   Grupo 2. ¿Por qué  desprenderte de objetos o recuerdos de esa relación?  Hay multitud de tradiciones  vinculadas al hecho de deshacernos de objetos, como un modo de sanación y de tránsito hacia otro estadio personal o comunitario. La tirada de calendarios por la ventana en la noche de San Silvestre en Uruguay, los barquitos con velas y flores que se lanzan al mar el día de Nochevieja en Brasil,  o nuestras tradicionales hogueras de San Juan vinculadas al solsticio de verano, responden todas ellas a esta finalidad purificadora. Ya en la vida cotidiana, cuando decidimos poner orden en un armario o en el lugar de trabajo, sabemos que tenemos que tirar y prescindir de algunas cosas para dar espacio a otras, y así poder vivir más desahogados o trabajar con más  eficiencia.

   En el dominio que nos ocupa, sobre los objetos que conserves de la relación, decide de cuáles te quieres desprender. Bien porque los veas inservibles, ocupen mucho espacio, los veas poco estéticos, o los vincules a circunstancias dolorosas o desagradables, el acto de deshacerte de ellos, de tirarlos o de destruirlos cumple esa función de purificación, de soltar lo viejo para dar paso a lo nuevo, como si limpiaras archivos de tu pc para que tu sistema operativo funcionara con más soltura.

   Recuerda que cualquier acción en este sentido es un paso más hacia la salida del laberinto emocional que conlleva aparejado toda separación, y que no sólo la voluntad resuelve,  sino que las acciones simbólicas como la que nos ocupa, mandan a nuestro cerebro emocional la señal de editar un nuevo circuito neuronal. Por otro lado, el ser humano ha estructurado en su historia pretérita miles de ritos unidos a circunstancias  de tránsito, purificación o adscripción a un  nuevo estado social o individual.

   Grupo 3. ¿Por qué  donar objetos o recuerdos de esa relación? Personalmente me fascina  la idea de que lo que nos hizo bien,  puede servir ahora para ayudar a otras personas: es como si la energía y los avatares inscritos en un objeto pudieran a su vez ser testigos, acompañantes o ayuda de otras personas, en una cadena de favores invisible y eterna.  Como el mensaje en una botella, como el libro que abandonas en un autobús, la idea que alguien desconocido se pueda beneficiar, inspirar o construir su vida a partir de los objetos que en su día formaron parte de la tuya, es una acción que pretende aliviar la gravedad de la situación de duelo con la liviandad de soltar para que otros se beneficien. Además está el hecho de la generosidad: dar sin esperar nada a cambio, el altruismo de, sin saber a quién, entregar algo de mí.   Lo tienes fácil: hay mucha organizaciones que se dedican a recoger  objetos, reciclarlos o repararlos para venderlos como forma de financiar sus causas benéficas o de asistir a colectivos desfavorecidos.

   Queda en el aire por añadidura esa idea deliciosamente ingenua de que si eres generoso con el universo, el universo será generoso contigo: yo elijo  creer en ella. 

Auditoría de pareja

  El Diccionario de la Real Academia Española define  auditar comoexaminar la gestión económica de una entidad a fin de comprobar si se ajusta a lo establecido por ley o costumbre”.  Hoy en día las auditorías no sólo se aplican a la gestión económica sino también a otros muchos ámbitos  como la auditoría ambiental, la social, la jurídica o la informática. En todas ellas la finalidad es analizar y apreciar, con vistas a las eventuales acciones correctivas, el control interno de las organizaciones para garantizar la integridad de su patrimonio, la veracidad de su información y el mantenimiento de la eficacia de sus sistemas de gestión.

En el mundo de las relaciones de pareja rara vez nos planteamos un parón para evaluar si las reglas, las formas de convivencia, las tareas y las emociones que compartimos nos están sirviendo para la eficiencia que queremos que tenga nuestra relación. Decimos que el día a día nos come, que no hay tiempo, que mientras nos llevemos bien… Y ya sabemos que la explicación y la justificación del tiempo es la gran excusa, en realidad, decidimos priorizar y hacer otras cosas en primer lugar, estamos más comprometidos en otros frentes que en este.

No es porque no sepamos. De hecho estamos acostumbrados a auditar aspectos de nuestra vida cotidiana. Ejemplos:  hacemos un control y revisión de nuestros gastos;  decidimos si está siendo rentable la inversión de nuestros ahorros; pedimos presupuestos y  valoramos  ofertas si decidimos hacer una reforma en casa; comparamos entre los colegios o universidades a los que  queremos  que  vayan  nuestros hijos para recibir una educación adecuada….  pero ay!, no dejamos espacio para reflexionar sobre los aspectos que marcan la calidad de nuestra relación.

Sabemos,  como se dice coloquialmente, que de cuando en cuando, “conviene hacer un parón”, pero elegimos comprometernos más con la vorágine diaria y no dejamos espacio  para parar máquinas y ver con perspectiva si estamos viviendo como lo queremos hacer. Y esto es especialmente significativo en el caso de nuestras parejas: la persona con la que hemos elegido compartir parte o toda una vida, con la que dormimos o hacemos el amor, el padre o madre de nuestros hijos, la persona que sabe casi todo de nosotros, es con esa con la que a menudo menos  nos paramos a valorar si ese espacio emocional y vital que poseemos está siendo satisfactorio, o qué podemos cambiar, mejorar o desechar de lo que vivimos, sentimos y hacemos.

Damos por buenas las reglas y costumbres que implícita o explícitamente nos dimos en su día,  y olvidamos que vivir en pareja también es aprender: aprender es “soltar lo prendido”, dejar atrás aquello que nos sirvió pero que quizá ahora sea un lastre y adquirir nuevos hábitos o maneras de relacionarnos. Exactamente lo que hace una empresa cuando valora la eficiencia y calidad de sus procedimientos para ser más competitiva en el mercado.

Y una auditoría de pareja supone eso: agendar un espacio semestral o anual en el cual podamos revisar “la eficacia de nuestra gestión como pareja. Lo ideal sería contar con un tercero, una figura externa (coach) que como un auditor o facilitador, nos ayudara a  valorar  de forma sistemática en todos los contextos donde se juega la relación de una pareja la validez de nuestros hábitos. Pero si nos inclinamos por la autogestión de esta auditoría, damos las pautas para poderlo realizar sin la intervención de esa figura. Ponemos un ejemplo tomando como ejemplo lo que sería un fin de semana dedicado a esta finalidad:

  1. CONTEXTO: de entrada esta auditoría puede suponer para las parejas con hijos la gestión de estos durante los dos días o el fin de semana que puede durar el uso de esta herramienta. Merece la pena manejar esta posibilidad con familiares, amigos o pagando a alguien para que lo haga. Se trata de buscar un lugar apartado (un hotel, apartamento, casa rural, hay mucha oferta en este sentido). No se contempla la idea de dos días llenos de actividades (excursiones, paseos, visita de monumentos) sino de concentrarnos en el trabajo de la auditoría en un entorno que ayude a que estas conversaciones se propicien. Móviles desconectados con espacios para encenderlos cada x horas, por la prevención de que algo ocurra y estar localizables. Quizá la mejor época del año, sea noviembre (con vistas al año siguiente) o julio (si nos regimos por el calendario de un curso escolar).

 

  1. TEMPORALIZACION:

De entrada cada parte hace su trabajo individual (se explica cuál en el punto 3) , por ejemplo la mañana del sábado. Después de comer, se coteja y conversa el trabajo con la otra parte. La mañana del domingo se dedica a negociar acciones correctoras de lo que creamos que debe ser mejorado, y a agendarlas por meses o trimestres.

  1. ESQUEMA DE TRABAJO

Partimos de analizar la situación actual, para valorar lo que está funcionando y corregir aquellos que a ambas partes nos parezca ineficiente. Aviso: no va a haber acuerdo pleno, pero ya el hecho de conversar dos días es en sí muy beneficioso para la relación (a veces para darnos cuenta definitivamente que no funciona, esto también es ayudar a la relación).

Sugerimos ideas sobre las áreas en las que reflexionar primero   individualmente y luego con la otra parte:

  1. Área de pareja: cómo estás viviendo la relación, en qué estado emocional estás respecto del otro, conversaciones o feedbacks pendientes, reclamaciones y disculpas productivas, qué hay y qué falta, sexualidad…
  2. Área de hijos: valorar el propio comportamiento y el del otro respecto de cada hijo, debilidades y fortalezas desde mi punto de vista sobre cada uno, planes y cambios en educación, hábitos y aficiones, valorar sus amistades, relación con otros padres…
  3. Área de familia: percepciones sobre mi comportamiento con la familia de mi pareja, percepciones sobre el comportamiento de mi pareja con mi familia, conversaciones pendientes al respecto, reconocimientos, posibles cambios en las relaciones de ambos con las respectivas familias…
  4. Área de trabajo: vivencia actual del propio trabajo y del trabajo del otro, dificultades que genera en la relación desde tu punto de vista, reconocimientos, ajustes de pareja en función de horarios, exigencias del trabajo, mejora de la conciliación…
  5. Área de aficiones: valorar las aficiones compartidas, valorar las propias y las del otro, proponer cambios o mejoras…
  6. Área de amistades-relaciones sociales: valorar el círculo de amistades propias, del otro y las comunes, lo que posibilitan y dificultan…
  7. Área de organización: evaluar la coordinación en relación con el mantenimiento de la casa, finanzas, tareas, compras, horarios, hijos, trámites y gestión del tiempo compartido…

A estas áreas se puede añadir las que se deseen: la idea es tener un esquema de reflexión ordenado para ver sobre cada área:

-la situación actual

-la situación ideal

-lo que tengo que dejar, aprender o cambiar

-las acciones posibles

-el seguimiento y valoración de estas

¿A qué esperas para auditar tu relación?

Reparación de enfados

Sabes de qué te hablo. Surgen en el día a día por causas nimias o importantes. Te alteran, te entristecen, piensas “uno más”, se acumulan en el archivo de conversaciones pendientes, o decides quitarles importancia. Sin embargo, lo que hace o dice tu pareja no es la causa de tu enfado. Es el estímulo. Tú sientes lo que sientes ante un enfado con tu pareja, y esos sentimientos son el resultado de cómo interpretas lo que hace o dice el otro. Puedes encontrar aliados y cómplices que compartan contigo esa interpretación, pero eso no convierte a tu pareja en la causa de tu enfado. Detengámonos aquí brevemente, y dejémonos guiar por Marshall Rosenberg antes de ver que labores de reparación podemos acometer con los enfados.

Ante un enfado solemos optar por tres opciones: la primera es una reacción culposa, según la cual interpreto que no he actuado acorde a mis valores, asumiendo que yo soy la causa del conflicto y aceptando los juicios o recriminaciones del otro: esto atenta contra nuestra autoestima y el coste es alto, ya que nos sume en la autoflagelación.

La segunda reacción es culpar al otro:  desde esta posición, culpable, por definición, es el otro, supone echar balones fuera, declararme inocente, acumular rabia y resentimiento, y dar el poder y la responsabilidad al otro sobre lo que siento. La culpa es un mecanismo de control muy utilizado en la educación (cuando la madre dice al niño “si no comes mamá se va a poner muy triste”), y también como medio de coerción (“ya sabes que no duermo si no me llamas”). Socialmente hablamos con mucha frecuencia de que si siento lo que siento es por lo que otros hacen, pero nosotros siguiendo el magisterio de Rosenberg sabemos que lo que los demás hacen nunca es la causa de lo que sentimos.

La tercera vía ante un enfado es centrarme en mí: observar que tiene que ver con mis emociones y necesidades lo que el otro expresa: aquí acepto con mi Responsabilidad 100%,  lo que a mí me pasa con lo que tú haces, en lugar de culpar al otro, y como complemento de esta actitud, indago, en el mismo plano, qué emociones y necesidades del otro salen a escena por mor de  la situación que nos causa el enfado.

  Los juicios, las interpretaciones, críticas y diagnósticos que hacemos sobre el otro tiene una doble cara: revelan quiénes somos, hablan de nosotros más que sobre quien emito ese juicio. Si digo a mi pareja “eres un maleducado”, no sabré mucho sobre la persona juzgada, pero sí sobre cuál es el estándar y el modelo de educación que quien emite el juicio maneja. Maleducado no es una propiedad intrínseca de mi pareja, sino que refleja la insatisfacción que siento sobre sus modales, porque otra persona con distintos parámetros sobre la educación, le podría considerar alguien con maneras exquisitas partiendo de los mismos comportamientos.

Yendo más allá: todo juicio es la expresión de necesidades insatisfechas. “Eres un maleducado”, refleja mi necesidad no cubierta de ser respetado o considerado. El enfado busca culpar a otro de lo que me pasa: nosotros nos enfocamos en pensar, qué necesidad no está siendo atendida o siento que está siendo vulnerada partir de la interpretación que hago de la conducta del otro: si me quedo en la recriminación, el otro percibe crítica en mis palabras y se va a defender o contraatacar.

El enfado es lícito: sí, estás en tu derecho de enfadarte, por supuesto. Te diré más: el enfado es un regalo: nos ayuda a tomar conciencia dentro de la relación de amor con mi pareja sobre qué necesidad siento que está siendo desatendida o permanece insatisfecha: Detrás del enfado late una necesidad. Si en vez de hablar desde los juicios o desde la exposición de defectos, expreso mis necesidades, es más probable que pueda satisfacerlas.

¿Y qué necesidades solemos sentir desatendidas en los enfados con nuestra pareja?

  • Aceptación
  • Agradecimiento
  • Confianza
  • Respeto
  • Amor
  • Seguridad
  • Comprensión
  • Apoyo
  • Contacto físico

Así pues, la llave para encauzar un enfado es ver al otro no como causa, sino como estímulo que destapa o que interpreto atenta contra una necesidad propia insatisfecha. ¿Y qué pasos podemos recorrer para reparar nuestros enfados?

  1. Detenerse: tomar aire, contar hasta diez, como se dice en la sabiduría popular
  2. Tomar conciencia de nuestros pensamientos: qué pienso sobre mí y sobre el otro en ese momento, qué juicios e interpretaciones estoy haciendo sobre la situación.
  3. Bajar un escalón más hasta reconocer la necesidad que siento siendo vulnerada, desatendida o insatisfecha. La pregunta para ti es ¿qué es lo que necesito y no estoy teniendo? Así pensarás no en términos de juicos sino de necesidades insatisfechas.

Recuerda que, entre otras, en la pareja, suelen ser la necesidad de respeto, de reconocimiento, de aceptación, de sentirse amado… Por ejemplo: tu pareja deja su ropa tirada en el suelo del baño. La reacción inicial sería la de enfadarte, gritar o amonestarle, “Mira cómo lo dejas todo. Eres un desastre…”. Como sabes muchas personas pueden coincidir en ese juicio sobre el orden pero eso no le convierte a tu pareja en la causa de tu enfado: lo que ocurre en realidad es que ese comportamiento es un estímulo que despierta o atenta contra la necesidad de ser respetada y de reconocida en  tu trabajo dentro del reparto de tareas en casa. Y eso te duele.  En sí misma la ropa en el suelo es intrascendental, no tiene otra consecuencia que el desorden. Si digo “cuando veo que dejas la ropa tirada en el suelo, siento que no respetas mi trabajo en casa y eso me enfada y me duele…. Me gustaría saber para qué lo haces”, dejo de culpar  y acusar al otro para centrarme en mis propias necesidades e indagar el para qué o el porqué del comportamiento del otro.  Alguien dirá, nadie habla así: ya lo sé, estamos acostumbrados a culpar, recriminar al otro, pero ya sabes qué resultado te da esta opción: peleas eternas. Recuerda de nuevo al viejo Einstein: “es de locos pretender obtener resultados distintos haciendo, más de lo mismo”.

Preferencias Cerebrales

Los actuales estudios sobre el cerebro nos pueden dar algunas pistas sobre nuestra personalidad, y sobre nuestra forma de actuar. Es lo que se denominan las Preferencias Cerebrales

Desde el punto de vista del proceso evolutivo, tenemos tres cerebros:

– Cerebro reptiliano: se llama así porque es el que tienen los reptiles y de hecho nosotros en su día fuimos reptiles. Tiene que ver con los instintos y con la supervivencia.

– Sobre ese cerebro, edificamos el cerebro límbico: es el cerebro más emocional, que tiene que ver con el sentir, con el desear, con las motivaciones.

– Sobre ése,  generamos el cerebro cortical,  el córtex, la parte más lógica, la que nos hace realmente seres humanos y seres racionales.

Tenemos tres capas cerebrales  y dos hemisferios: el hemisferio derecho y el hemisferio izquierdo. El izquierdo que es el verbal, el analítico, el simbólico, más el abstracto, el que se potencia en la educación. Y un hemisferio derecho, que es el no verbal, más sintético, más analógico, el que tiene que ver con el lenguaje no verbal y con la intuición.

 

Hay personas que tienen más desarrolladas algunas actividades del hemisferio izquierdo y otras más del hemisferio derecho. Las personas que sean más de hemisferio izquierdo, por poner unos ejemplos,  le gustará más la informática, los sudokus, las inversiones, la ingeniería, el coleccionismo… Y las personas con más predominancia del hemisferio derecho, le gustará más viajar, la creación literaria, la jardinería…

 

Aunando anatómicamente ambas “miradas” hablaríamos de las siguientes preferencias cerebrales

-Límbico izquierdo. El ejemplo es, por ejemplo, la persona que es bibliotecaria o almacenista o responsable de calidad. Es decir, personas que controlan sus emociones, que planifican, que ordenan, que no le gustan los cambios, que son bastante concienzudas, estables, rígidas con los horarios y con los detalles y, a veces, un poco autoritarias.

-Límbico derecho: son personas que le gusta estar con gente, las relaciones, la empatía… Son personas alegres que no le gustan mucho los conflictos, le gusta trabajar en equipo y les cuesta decir que no. Profesiones de este rango podrían ser los educadores o los religiosos, personas emotivas y comunicadoras.

Cortical izquierdo: son personas racionales, tienen profesiones como la de jurista  o contable, pues se mueven bien en esta preferencia. Comprenden fácilmente los conceptos teóricos y científicos,  reúnen hechos antes de decidir, lo que a veces hacer que parezcan distantes.

-Cortical derecho: personas que ven las cosas de forma global, que son originales, son independientes, que no cuidan tanto el detalle pero son muy artísticos o muy estéticos. Por ejemplo, los arquitectos o los emprendedores, personas a las que les gusta experimentar

Estas preferencias cerebrales tienen que ver con tu educación, con los valores, de lo que traemos heredado, de lo que adquirimos. Hay una parte que traemos “de serie” y una parte que adquirimos nuestra educación. Sin ser una mirada absoluta e infalible, detectar nuestra preferencia cerebral o la de otros,  nos da una pista más para mirarnos y mirar y comprender el comportamiento de otras personas de una forma sencilla, en este caso ligada al entendimiento de nuestro funcionamiento cerebral.

 

«Coaching para el amor», por Patxi Rocha del Cura

Coaching…  Parece que actualmente todo el mundo habla de coaching, conoce o acude a un coach, se forma o se interesa por esta nueva… disciplina? moda?….  En el otro extremo,  muchas personas no saben exactamente a qué nos referimos con el término o cómo trabaja una persona que ejerce como coach.  ¿Y relacionarlo con el amor? ¿Qué tiene que ver una técnica de desarrollo personal con el sentimiento y la emoción que mueve y conmueve el mundo…?

Evidentemente no es el afán de este libro definir el amor. Ya lo dicen los  versos de Pessoa: “Amo como ama el amor. No conozco otra razón para amar que amarte. ¿Qué quieres que te diga además de que te amo, si lo que quiero decirte es que te amo?”. Es una tarea ardua, sometida a la inabarcable perspectiva de  saber que ha sido y es  la fuerza que está en la esencia de las religiones,  de nuestra naturaleza y de nuestras relaciones, y que su presencia o ausencia ha alimentado con sus desvelos y su pasión a escritores, músicos, filósofos… ¿Qué no se ha hecho, qué no hemos hecho por amor?

El ligar ambos conceptos, Coaching y Amor,  tiene que ver con el objetivo fundamental de este libro: cómo algunas de las herramientas, técnicas o distinciones que habitualmente utilizamos en Coaching pueden servir a las relaciones de pareja o íntimas, al amor tal y como lo entendemos en este ámbito.

Mi motivación parte de mi propia biografía y de la observación de mi entorno: soy hijo de unos padres inscritos dentro de una generación donde las parejas duraban generalmente toda la vida. Si una pareja no funcionaba o no tenía una buena relación se apelaba al contigo en la salud y en la enfermedad, a la resignación fatalista,  o al ocultar en muchos casos verdaderos infiernos de convivencia que por extensión marcaban a los hijos de estas parejas (y mucho lectores saben de lo que les hablo). Si una pareja (matrimonio habitualmente) estaba en estas circunstancias,  seguía conviviendo contra viento y marea por el que dirán o instalados en la rutina de la costumbre, porque ese fracaso era inasumible y por la intemperie social, económica y legal  que seguía de esa ruptura.

En un efecto pendular, hoy vemos como un porcentaje muy alto de parejas se separan, a veces de manera fulminante, y es un avance legal y social que esta posibilidad se pueda ejercer con cierta liviandad. Sin embargo, al menos a mí,  la pregunta me asalta: ¿no será que nos faltan herramientas para solventar esos conflictos?; ¿no será que sin llegar al extremo de otras épocas tiramos enseguida la toalla con nuestras parejas?;  ¿ha cambiado nuestro estándar de compromiso?.

Y de eso versa este libro: todos tenemos una metafórica caja de herramientas con la que nos manejamos en las relaciones personales. Las hemos aprendido por ensayo-error, por estudios, por lecturas, fue la experiencia la que nos las ha validado, alguien nos la mostró. Están guardadas (a veces oxidadas) para cuando las necesitemos, aunque no deja de ser sorprendente que en caso ningún sistema educativo se nos enseñé o adiestre en aquello en lo que sin duda habremos de ejercitarnos todos los días de nuestra vida como son las relaciones personales e íntimas.

Ya está generalizada la creencia del mayor peso en nuestro mundo de la llamada inteligencia emocional sobre el cociente intelectual con el  cual nos tabulaban de niños. Hoy no nos resignamos a ser como somos, sino que creemos y sabemos que podemos cambiar, desarrollar nuevas habilidades, gestionar las emociones, y de ese afán nace el auge del Coaching y de la  innumerable literatura de autoayuda. Apostamos por desarrollar nuestro  potencial, desatascar relaciones o comunicarnos mejor con nuestra pareja. No somos algo inmutable, hemos pasamos del ser al siendo, no soy nada, sino estoy siendo esto u lo otro, y esa distinción nos da un enorme margen de mejora.

Este libro, con la humildad del ferretero que surte la caja de herramientas con la que reparamos las chapuzas domésticas, pretende quitar el óxido, afilar, limpiar herramientas y destrezas que ya posees, y mostrar el catálogo de otras que quizás desconoces o que si las conoces el hecho de leer este libro (como el de leer  los catálogos de bricolaje que buzonean en casa) despierte tu curiosidad por practicarlas y adquirirlas como nuevas herramientas.

El libro se estructura en 6 capítulos : un primero denominado las Coordenadas del Amor donde cartografiamos una relación desde tres distinciones básicas en Coaching como son las Conversaciones, la Respons-habilidad y la Transparencia con las que podemos situar nuestra relación en un hipotético mapa afectivo. Los siguientes capítulos, se centran en explicar conceptos y adecuar Herramientas prácticas de un coach a la autogestión cotidiana de una relación en sus diferentes y diversos estadios,  desde su arranque hasta su posible ruptura, de ahí los títulos: los Inicios, Herramientas de Mantenimiento, Herramientas de Reconstrucción, Herramientas de Salida.

Nunca me canso de citar la archiconocida frase de Einstein: “es de locos pretender obtener resultados diferentes, haciendo más de lo mismo”. Ni aquella de Shakaspeare: “Sabemos lo que somos, pero no sabemos lo que podríamos ser”.

    Ambas iluminan este viaje.

    A continuación, un pequeño extracto del libro:

HERRAMIENTAS DE MANTENIMIENTO

El Diccionario de la Real Academia define el verbo “mantener” en una sus acepciones como “Conservar algo en su ser, darle vigor y permanencia”. En el mundo de la empresa existen los departamentos de mantenimiento, las instituciones públicas dedican parte de nuestros impuestos a recursos humanos y materiales para conservar el patrimonio histórico, o para mantener limpias ciudades y carreteras, pero sobre todo es en la esfera de la vida privada donde esta inquietud  se manifiesta  de forma más considerable.

El ser humano es un animal que tiene  miedo al futuro, y eso hace que aquello que nos da seguridad lo intentemos mantener para poder afrontar ese espacio desconocido con más garantías. Cuidamos de nuestra salud, que es el eslabón a partir del cual se engarzan el resto de planos de nuestra existencia: hemos desarrollado el sentido de la prevención y vamos al médico para nuestro chequeo anual, o al dentista para una limpieza bucal. Mantenemos en buen estado  nuestra casa: la limpiamos, arreglamos lo que se estropea, purgamos los radiadores, desatascamos un desagüe.  Cuidamos de nuestros ahorros e intentamos invertirlos para que nos den una rentabilidad de cara a posibles inversiones  o para épocas de vacas flacas. Velamos por las amistades: con mayor o menor regularidad nos reunimos con amigos para comer, ir de vacaciones, charlar, compartir confidencias. Dedicamos tiempo al estudio o a la formación profesional como una inversión de satisfacción personal o para acceder a un trabajo mejor. Cuidamos también del jardín, del coche, de nuestra forma física, de nuestra mascota….  Es decir, las personas realizamos labores de mantenimiento en un buen número de áreas de interés de nuestra vida.

Sin embargo en el ámbito del amor o de la relación con nuestra pareja estas labores de mantenimiento están a menudo más descuidadas. Es frecuente que…

 > El libro completo disponible en Amazon:http://goo.gl/TmW4UP

cover

ELOGIO DEL HÁBITO

No puedo sentir sino cierto rechazo cada vez que escucho, tras la pregunta de qué tal tus vacaciones, la manida respuesta de: “Buff, ya olvidadas….”.  Como si la vuelta a la realidad de las rutinas borrara los felices días pasados, y el manto de esa creencia  extendida sobre la tortura de la vuelta,  fuera una condena.

En realidad si no fuera por los hábitos estaríamos muertos: si cada cosa que hiciéramos cada día desde que nos levantamos, la experimentáramos como si la realizáramos por vez primera, sería un esfuerzo improbo ducharnos y vestirnos, hacer un café en la nexpresso, o sacar el coche del garaje. Hay una economía en el hábito que nos permite actuar con la velocidad requerida por las circunstancias. En ese sentido, la inflexibilidad del hábito es crucial para operar en la estabilidad de la vida cotidiana.

Sin embargo esa economía del hábito está reñida con una necesidad,  no sé hasta qué punto real o inducida, de la excitación, de ir de sorpresa en sorpresa o como se dice coloquialmente, de subidón en subidón, plegados a una búsqueda de intensidad que está peleada con la tendencia de nuestro organismo hacia la homeostais y el equilibrio, y que comporta los efectos nocivos de una continua activación del organismo (incluso en el placer) como bien entenderán los trabajadores de Urgencias que atienden a infartados en las temblorosas horas nocturnas.

Aviso a lectores malvados: lo dicho no  está reñido con la búsqueda de placeres, paisajes, viajes y nuevas experiencias, a las que animo y por supuesto suscribo. La maldición que sentimos es la de no estar en un continuo viaje por los rincones ignotos de este mundo infinito, cuando en realidad las vacaciones, el viaje tienen sentido porque volvemos, porque hay un lugar, unas personas, unas rutinas que nos están esperando. Si no volviéramos no permaneceríamos en nada, no tendríamos sino la identidad del turista accidental que tan sólo es una huella efímera en su paso por hoteles, museos, restaurantes…. Desde luego está la opción de ser un viajero eterno e infatigable, pero a la larga buscamos un lugar en el mundo en el que permanecer, una tierra,  una casa  a la que volver, un regreso a los hábitos que nos dan consistencia.

Y la vuelta del verano siempre es tiempo de nuevas aspiraciones y objetivos, como bien saben las empresas editoriales, los gimnasios y las academias de idiomas. Yo encuentro placer en el hábito y más en los nuevos hábitos: 21 días, cinco semanas, las opiniones no coinciden en la consideración de cuándo un hábito se instala en nuestro repertorio de conductas para no irse, pero el reto de lograrlo, el esfuerzo de que ese nueva costumbre que elijo y me beneficia viva conmigo por un largo tiempo, lo vivo con paradójico placer. Y como dijo San Agustín: “El hábito, si no se resiste, al poco tiempo se vuelve una necesidad”.

LA MEJOR VERSIÓN DE TI MISMO

   Me lo enseñó un antiguo compañero con el que hacía Selección de Personal: “cuando tengo a un candidato delante para entrevistar, no lo veo como una entrevista más… Pienso en todo el camino que ha hecho desde que le llamé a su casa para citarle hasta que se sienta delante de mí … Imagino cómo se lo contó a sus padres, a su pareja, a sus amigos… ¡tengo una entrevista de trabajo!… Lo imagino eligiendo y planchando la ropa que se pondrá, entrando en internet para saber más sobre la empresa de la que podría formar parte, durmiendo quizá mal el día antes, ilusionado porque ese trabajo le puede cambiar la vida… Cogiendo un metro o un bus para venir hasta aquí, tomando un café antes de preguntar por mí en recepción…. Esa persona –continuaba mi amigo- merece todo mi respeto y dedicación… Aunque yo sepa que no lo voy a seleccionar, merece que le trate en esos minutos que estaré con ella, como la persona más importante del mundo en ese momento…”

Y no lo olvido…. Cada vez que imparto una sesión de formación o hago una sesión de coaching, me acuerdo y me digo: voy a ser la mejor versión de mí mismo para quien está enfrente, voy a hacerlo lo mejor que sé, porque esa persona espera de mí que cumpla el compromiso que tengo de ser un buen formador o un coach que le enseñe o le ayude a desentrañar esa parte de su vida que no funciona como él querría.

   Eso no quita que pueda tener malos días, que pueda estar enfadado, irritado, triste o desganado pero, aunque en ocasiones tenga la opción incluso de compartirlo con mi cliente, o avisar desde qué emoción estoy trabajando, no es óbice para decirme: esta /s persona /s esperan que cumpla mi compromiso y yo lo voy a hacer.

   Todos tenemos la opción de hacerlo: en aquello que hagas, tienes la opción de ser la mejor versión de ti para el otro. Sirviendo un café, atendiendo por teléfono, arreglando una avería si eres de uno de esos gremios que nos hacen la vida más fácil, atendiendo en una ventanilla…. en cualquier lugar donde estés o vivas….

   Muchas veces no es fácil…. Estás agobiado por problemas, graves en ocasiones, tienes mal día o la persona o personas que son tus interlocutores crees que no lo merecen o no lo apreciaran… Es cierto, esto ocurre. Puedes verter tu tristeza en forma de rabia o malos modos hacia esas personas. Puedes ponerte a la altura de aquellos que estimas no merecen o no apreciaran tu mejor versión…. De hecho es una elección bastante común trasladar mi propia insatisfacción a alguien que ni la conoce ni tiene nada que ver con ella. Es también moneda de uso corriente decirme, cómo ser amable, solícito y comprometido con quien no lo es.

   Te digo lo que a mí me sirve. Lo hago por mí, porque considero importante alinear mis valores con mis actos, al margen de lo que el otro haga. Un ejemplo. Frecuentemente transito una autopista de peaje. Cuando llego a una de las cabinas de pago, digo buenos días, me da un recibo por favor?, mientras le doy el ticket de autopista y el dinero. Me da las vueltas y digo, gracias, hasta luego. Muchas veces no obtengo ninguna respuesta, ni siquiera me mira a los ojos. Sí, ya sé que pasan miles de coches al día, que es un trabajo tedioso, que pasan frío en invierno…. Ahí me quedan dos opciones: hacer lo mismo que mi enmudecido interlocutor, o seguir saludando y pidiendo por favor un justificante, dando las gracias y despidiéndome. Opto por esta segunda.

   Siempre digo que un camarero te cambia la vida, y no por los espirituosos o las delicias culinarias que te pueda servir, sino porque aunque no te arregle tus problemas, te puede cambiar el humor. Ya no podemos tener a mamá para que nos ponga sin demora un café con leche o un plato de lentejas, y el camarero con su amabilidad, su ironía o su silencio nos reconcilia de un mal día. El ejemplo del camarero vale para cualquier actividad, ya que cada uno de nosotros es un agente de cambio: tus emociones se contagian, y como cuando sale el sol o cuando llueve el clima propicia qué hagamos unas cosas y no otras, la versión de ti que muestres (y entrenes) hará que a tu lado pasen unas cosas y no otras.

   Seguir leyendo LA MEJOR VERSIÓN DE TI MISMO

¿QUÉ ES Y PARA QUÉ SIRVE LA SINERGOLOGÍA?

La Sinergología es la disciplina dentro del campo de la comunicación, que analiza, interpreta y codifica el Lenguaje no verbal no consciente. Creada por Philippe Turchet en los años 80, la etimología del término, Sun, estar juntos, Ergo, activamente, Logos, en comunicación, nos ilustra sobre su propósito y rango de intervención: una herramienta validada con métodos científicos orientada a mejorar la calidad de la comunicación y a relaciones más transparentes.

Ya Merhabian demostró, en su famosa proposición, el peso del lenguaje no verbal en la comunicación: el 7 % del impacto de un mensaje se debe al lenguaje verbal, a las palabras, el 38% al paralenguaje (entonación, volumen, dicción) y el 55% a la comunicación no verbal. Y aunque esta proposición tenga sus excepciones, es un hito más dentro de la tradición de investigaciones en este campo (junto a otros autores como Desmond Morris, Edward Hall, Ray Birdhwhistell, Gregory Bateson o Paul Ekman), que pone en el centro del acto comunicativo el hecho de no somos lo que mostramos, que nuestro cuerpo comunica mucho más de lo que pensamos, y que la parte más importante de nuestra comunicación es no consciente.

   La Sinergología aporta una doble sistematicidad a esta observación y análisis de lo no verbal. Por un lado porque todos los gestos, actitudes corporales, reacciones o micropicores (por apuntar algunos de sus rangos de observación) están validados estadísticamente y tabulados en un sistema de etiquetado universal (con alrededor de 2800 entradas), que al modo de las tablas periódicas de la química, permite sistematizar la comunicación entre sinergólogos y dota de objetividad a la observación. En segundo lugar, porque establece un protocolo de observación desde tres miradas: la Statua, que es una observación general sobre la corporalidad de la persona, y que nos da información sobre su biografía corporal; La Actitud Interior, donde observamos ítems que dan cuenta del estado emocional y de los ánimos expresados; y los Micromovimientos, la mirada de detalle, donde observamos, las emociones no expresadas, la parte más pulsional de la comunicación.Y aunque un sinergólogo es capaz de observar hasta 20 ítems a la vez, sólo podemos determinar en qué actitud está una persona observada, cuando al menos 8 ítems apuntan en un mismo sentido sinergológico.

tristeza

Con este enfoque podemos determinar actitudes de apertura o de cierre, ya que determinan aperturas o cierres psicológicos de nuestros interlocutores, o bien incongruencias entre lo dicho a través de las palabras y de los gestos. Todo ello nos permite comprender porqué el otro se abre a nuestro discurso o propuesta, o nos rechaza (aunque no lo diga).

¿A quién pueda interesar tener conocimientos de Sinergología? En el plano profesional, a vendedores o comerciales que quieran conocer el desarrollo de sus gestiones y valorar el interés, las dudas u objeciones de sus potenciales clientes. A negociadores, que necesiten aparte de las tácticas clásicas del método Harvard, tener un rango de observación sobre el estado anímico y motivacional de la otra parte en la negociación. A seleccionadores de personal, que deseen observar con sistematicidad las incongruencias u ocultamientos de información de los candidatos que maneje en sus procesos. Y por supuesto, a coaches, terapeutas y trabajadores sociales que necesiten empatizar y resonar con sus clientes en sus procesos de desarrollo o acompañamiento.

En el plano personal, a cualquier persona como tú, o como yo, que desea relaciones más transparentes, y conversaciones más eficaces. Casi nada…

fdo Patxi Rocha del Cura

Twitter: @innrocha

Facebook: Inn Rocha

http://www.innrocha.com